Esto sería un día de hacer alto en las iglesias si de alguna forma ellas podrían ser persuadidas para cesar lo que han estado haciendo por mucho tiempo y oír al último mensaje de nuestro Señor. Una y otra vez el repitió su exhortación: «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Ap. 3:13).
    Sin embargo, estamos tan ocupados con nuestras cosas que no oímos Su voz. Estamos tratando de hacer «las cosas usuales» que tenemos como básicas ya sean negocios u otras cosas, cuando realmente nada es usual – tampoco nunca de nuevo serán usual. Esta es una hora de absoluta desesperación para América, para el mundo por la causa del Evangelio.
    La hora es muy avanzada, es muy tarde para tratar de hacer lo que estamos haciendo en el mundo de religión. Estamos tratando de encajar un programa largo dentro del corto tiempo de la emergencia. Se anuncian «Servicios como de Costumbre» – lo cual sería muy posible lo que les está pasando a ellos.
    Tiene que haber una urgencia propia para la emergencia y los creyentes tienen que estar desesperados así como la situación es desesperante. 

El peligro que encaramos


    ¿Acaso usted no pensaría que en esta hora de peligro mortal las iglesias tendrían que estar llenas de creyentes – orando todas las noches mientras hay tiempo?
    ¿Porqué los creyentes queremos dormir mientras los pecadores andan en borracheras y jaranas toda la noche… mientras los miembros de iglesias recrean sus ojos en las cosas de Sodoma y Gomorra que la televisión trae a sus sales de estar? ¿Hemos sido adormecidos y embrutecidos por las conferencias, la existencia pacífica y el optimismo religioso que dicen «Paz y Seguridad» mientras nuestra destrucción está a la puerta?
    La celebración del nuevo año en muchas iglesias nos hace comentar con dolor acerca de la poca atención que se da a los tiempos peligrosos en que vivimos. Una película, un juego, el refrigerio, o cualquier otra cosa para pasar el tiempo hasta que sean las doce menos cuarto de la noche para empezar un devocional corto.

Perdónanos Señor


    Dios ha dicho: «Si...mi pueblo...entonces yo....» ¿Quién quiere humillarse, orar y buscar el rostro de Dios, y convertirse de sus malos caminos? (2 Cr. 7:14). No, no estamos con el humor de hacer eso. No podemos tener reuniones de oración con esas congregaciones que prefieren jugar en vez de orar.
    Todas las reuniones de oraciones pueden ser organizadas como los escenarios de las maratones, pero, ¿Qué clase de cristianos somos – acaso no somos capaces de reunirnos voluntariamente y permanecer intercediendo hasta penetrar y llegar a la misma presencia de Dios?
    ¿Qué pasaría si las grandes convenciones que tienen nuestras iglesias dejaran a un lado sus programas imprimidos y se pusieran de rodillas para orar oraciones desesperadas? Si llegamos a hablar acerca de estas convenciones que se reúnen para hablar de negocios, preguntamos, ¿acaso hay otro negocio mejor que estar ocupado buscando una visitación de Él?
    «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»
    Tengamos presente y en cuenta, «a las iglesias.» La iglesia es el cuerpo, el edificio, la novia de Cristo, pero, sin embargo, aquí se tiene en mente a iglesias locales. Mucho se predica acerca de la iglesia. Estas predicaciones mencionan a la iglesia en una forma abstracta pero nunca acerca de la iglesia que está en la esquina. Lo ideal viene a ser el enemigo de lo actual. No hay tal cosa a lo que llamamos avivamiento en general aparte del que empieza en la iglesia local.
    El hombre mejor calificado para juzgar si estamos o no estamos teniendo avivamiento, es el pastor, porque del avivamiento que vale la pena hablar es de aquel que es mostrado y visto en la iglesia local. Este es el termómetro para medir mejor el ambiente climático espiritual en todas partes.
    Hay algunos que piensan que Dios desvía su camino en dirección a las iglesias y que con pachorra va al lado de las asambleas locales, y que Él usa otros movimientos para que el trabajo sea hecho más rápido.
    Dios a veces usa lo irregular, pero esto es solo para traer de vuelta a lo regular. La iglesia local es la unidad que nuestro Señor dejo y para que lleve Su trabajo; y aún al tiempo del último capítulo de la edad de la iglesia Él sigue hablando a congregaciones visibles en lugares definidos. El programa de Dios nunca desviará el camino en dirección a la iglesia local.

Contristando al Espíritu


    «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.» Oímos a todas las cosas y a todos en general, pero no oímos al Espíritu Santo. Decidimos que clase de servicio y qué clase de avivamiento queremos, para luego sentirnos desanimados porque no lo alcanzamos.
    Tenemos que dejar a Dios darnos el modelo desde el santo monte. Escribimos las notas musicales y esperamos que el Santo Espíritu las toque. Tenemos una estrategia y esperamos que Él la siga. Esperamos que el Todopoderoso firme en el renglón que le presentamos.
    Dios no está firmando en ninguna de nuestras líneas. ¿Estamos tan enamorados de nuestros planes que resistimos doblegarnos a Él? ¿Estamos listos a tirar todos ellos en el basurero si Él nos ofrece otro mejor? ¿Ha habido alguna vez que nos hemos doblegado absolutamente al Soberano Santo Espíritu?
    ¿Le mentimos, apagamos y contristamos a Él? ¿Respetamos nuestros cuerpos porque son Su templo? ¿Hemos sido alguna vez llenos del Espíritu – o preferimos perder una bendición por no de dejar el prejuicio?
    «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.» ¡Las iglesias! ¡El Espíritu! ¡El oyente! El Señor dice ocho veces en los evangelios: «El que tenga oídos para oír, oiga.» En Apocalipsis Él también dice ocho veces: «El que tiene oído, oiga,» y a la iglesia de Laodicea le dice: «Si alguno oye mi voz y abre la puerta...» (Ap. 3:20).

El Señor está esperando


    Observe lo vasto de «Si alguno...» y lo estrecho de «Si alguno oye Mi voz y abre la puerta.» Es lo suficientemente ancho para incluir a cada uno de la iglesia, pero es limitado en su cumplimiento porque son solo aquellos que oyen su voz – y abren la puerta.
    Cualquiera puede empezar un avivamiento, pero solo algunos son los que realmente lo hacen. Nuestro Señor está esperando por alguno o alguien en la iglesia – con oídos atentos a Dios.
    Esto es muy triste, tenemos oídos, pero «no oímos.» Invertimos mucho tiempo aprendiendo a hablar cuando lo que más necesitamos es aprender a oír. Después de todo, el Señor nos dio dos oídos para oír y una boca para hablar por lo cual tenemos que estar muy agradecidos.
    ¿Qué es lo que el Espíritu está diciendo a las iglesias? ¡Arrepiéntete! Algunas iglesias son muy grandes para hacer tal cosa y otras están muy ocupadas. Otras piensan que son muy buenas y de ninguna cosa tienen necesidad (Ap. 3:14-19).
    Ellos dicen: «No molestemos al pecado. Dejemos las cosas tal como están, no queremos situaciones difíciles. No interrumpamos la posición social. Esto es suficiente bueno. Dejemos a Acab mantener su oro. No molestemos al hermano inmoral de Corinto. Dejemos a Jezabel levantar un altar a Baal en la iglesia de Tiatira.
    Otros se sienten desanimados y se dicen que no es bueno seguir tratando de llamar a las iglesias al arrepentimiento. Nuestro Señor no sintió así. Cinco de las iglesias en Asia se encontraban en una lamentable condición – y el Cristo de los siete candeleros pacientemente se esforzaba para levantarlas (Ap., capítulos 2 y 3).

Hay señales que alientan


    Por más de veinte años he estado yendo y viniendo en el país visitando iglesias y llamando al arrepentimiento a los creyentes. Yo no creo en estar afuera parado frente las puertas de las iglesias llamando; yo creo estar adentro de las iglesias parado exhortándoles.
    Ahora hay más puertas abiertas que nunca. Esto muestra que ministros y miembros de nuestras iglesias están notando este hecho porque el número de miembros está aumentando así como las actividades. Con todo, algo muy erróneo está sucediendo dentro de nuestras reuniones.
    Estamos haciendo todo, pero la primera cosa tal como: «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesia» es para el oído que oye. Tenemos las iglesias y el Espíritu está en medio de nosotros. Entonces, ¿quién será el que oye Su voz – y abre la puerta? (Ap. 3:20-22).


Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.  El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Juan 10:9-11

El discurso de Jesús acerca del buen pastor debe ser leído en el contexto de Juan 9:35-41, como el verso 10:21 claramente lo indica. Los fariseos no eran solamente líderes ciegos, sino también falsos pastores, descritos en los versículos 5 y 8 como extraños,  ladrones y salteadores.


Gracias a la comparación de Jesús, podemos imaginarnos uno de esos corrales comunitarios en que se juntan los rebaños de varios pastores del área bajo la vigilancia de un cuidador para pasar la noche. Al amanecer, aún antes el alba, el pastor Palestino llama a sus ovejas por nombre (es común en las tierras de Palestina poner nombre a sus animales) las ovejas oyen su voz y lo siguen y él va al frente de ellas y los dirige a pastar.

H. V. Morton viajaba cerca de Bethlehem y describió este acontecimiento una mañana. Dos pastores “habían pasado evidentemente la noche con sus rebaños en una cueva. Todas las ovejas se mezclaron juntas y llegaba el tiempo para que los pastores salieran en direcciones diferentes. Uno de los pastores se paró a cierta distancia de las ovejas y comenzó a llamarlas. Primero uno, después otro, entonces cuatro o cinco animales corrieron hacia él; etcétera hasta que él hubo contado el total de su rebaño” (En los Pasos del Amo, p.155). Jesús conoce a sus ovejas y ellas responden a Él. Jesús llama a sus ovejas por su nombre y ellas la siguen porque conocen su voz.

No obstante, hay otra imagen descriptiva de Jesús como la puerta. Cuando las ovejas estaban afuera en la colina toda la noche, se las guardaba en cuevas, apriscos o patios amurallados con piedras, zarzas y vides espinosas largas que crecían por encima, abiertos en su mayor parte al cielo, que las protegía de los ladrones y de lobos en la noche. Naturalmente, la abertu­ra a estas cuevas o patios no tenía ninguna puerta. El pastor se ponía sobre ella y literal­mente era la puerta, ya que durante la noche yacía en la abertu­ra. Las ovejas solo podían salir pasando por encima de él y los enemigos de las ovejas podían entrar solamente pasándole por encima de él.

Del mismo modo que un pastor cuida de sus ovejas, Jesús, es el Buen Pastor que cuida de su rebaño (quienes lo siguen). El profeta Ezequiel, al predecir la venida del Mesías, lo llamó pastor (Ezequiel 34:23). Jesús es la puerta de las ovejas, Él es la entrada al redil….por lo tanto, si un hombre desea entrar al redil de Cristo, este debe hacerlo por la puerta que es Cristo. Un hombre entra al redil de Dios solo a través de la puerta de Cristo, puesto que Cristo es la puerta para llegar a la presencia de Dios.

Todos los otros que sostienen ser la puerta son ladrones y salteadores. Hay algunos que sostienen ser la puerta y tener el camino hacia Dios. Sostienen conocer el camino correcto y tener las ideas más nuevas y la última verdad y conocimiento. Sostienen tener la enseñanza, la religión, las obras, la madurez, la filosofía, la psicología, las ideas y los conceptos nuevos correctos. Sostienen ser la puerta que se abre ante la presencia de Dios. Pero Jesús dice que son ladrones y salteadores. Salen a robar las ovejas, tanto su lana (posesiones) como sus vidas (lealtad). Quieren tanto la lana como sus vidas, porque si tienen ambas tienen la lealtad permanente de las ovejas.
 
La boda había pasado. El confeti (arroz) había sido tirado. El pastel de boda había sido cortado, y los regalos habían sido abiertos. Tomás y su novia por fin estaban a solas. Al arrancar el coche del bordillo, la novia se alejó de su esposo al otro lado del asiento — tan lejos como era posible.

    "Tomás, ¡llévame a mi casa!"

    "¿A la casa, Catalina? No hemos comenzado nuestra luna de miel. ¡Nuestra casa nueva no estará lista por tres semanas!"

    "No quiero ir a esa casa que tú estás construyendo. A lo menos, no ahora. No por mucho tiempo. Llévame a mi apartamento".

    Tomás miró a su novia, asombrado, pero no existían dudas. Ella hablaba en serio. Y más asombrado se puso al escuchar las siguientes palabras:

    "Tomás, me alegro de que somos casados. Nos pertenecemos el uno al otro, y puedo usar tu nombre por el mío. Pero por favor, llévame a mi apartamento".

    "Ya que estamos casados, trataré de verte una vez por semana. Pero en lo que refiere a vivir contigo, ¡nada de eso! Voy a regresar a mi empleo, mis amigos y mis pasatiempos usuales. ¡Seguro te amo a ti! Te he aceptado como mi esposo, ¿verdad? Te pertenezco para siempre, pero rehuso permitirte entrometerse en mi vida. Voy a vivir como me plazca".

    "Por supuesto, si estoy enferma o si necesito dinero, te llamaré en seguida porque con todo, te he aceptado como mi esposo. En el interín, gracias por amarme. Gracias por casarte conmigo. Gracias per ser mi esposo, pero ¡vete fuera de mi vida!"

    Ahora, tal programa no sería un casamiento. Sería una tontería. Aceptar a una persona como esposo o esposa, es un hecho de compromiso.

    Y exactamente eso es lo que significa ser cristiano. Hay muchos que se llaman "cristianos", cuyas actitudes hacia Cristo son idénticas a la de Catalina hacia su nuevo esposo. Ellos dicen en efecto, si no en palabras actuales:

    "Señor, te he aceptado como mi Salvador. Gracias por salvarme. Ahora déjame a solas. Voy a regresar a mis amigos anteriores, a mis placeres previos, a mi estilo usual de vida. Contaré con tu ayuda si la necesito, ya que tú eres mi Salvador. Pero en cuanto a vivir para ti, ¡nada de eso! Por supuesto, cuando muero espero tener mi lugar en tu hogar que estás preparando, pero espero que eso no sea tan pronto. Acá estoy muy a gusto".

    ¿Soy realmente de Cristo si me comporto así? ¿Verdaderamente lo he aceptado? ¿Sinceramente le he dado mi corazón?

    En Romanos 7 podemos ver lo que se implica el llegar a ser un cristiano verdadero. Pablo, usando el matrimonio como ilustración, dice que el Espíritu Santo nos acerca, y nos muestra el Cristo quien murió por nuestro pecado y luego resucitó en triunfo del sepulcro. Entonces Él nos insta:

    "¿Tomarás a Cristo Jesús para ser tu Salvador y Señor?"

    Y respondemos: "Sí quiero".

    En ese momento somos "de otro, del que resucitó de los muertos" (Romanos 7:4), según Pablo. Somos de Él, y Él es de nosotros, no sólo por los años del tiempo, sino también por la eternidad.

    "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos 16:31).

    "Así que, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos… a Dios" (Romanos 12:1).

 

    El mundo se está calentando. Mientras hay debate en cuanto el mundo se está calentando literalmente o no (el calentamiento global) la mayoría estará de acuerdo que sí el mundo se está calentando de otras maneras. Por ejemplo, los males financieros amenazan las economías nacionales y la economía global. Las tensiones son fuertes entre algunas naciones, incluyendo la hostilidad hacia los Estados Unidos e Israel. La preocupación se profundiza más sobre la amenaza de armas nucleares al modo que más naciones desarrollan esa potencial. Las presiones económicas y otras presiones se aumentan por la oferta y la demanda del petróleo y otros recursos. El terrorismo es una amenaza constante que aún se pueda intensificar con acceso a más armas letales. Por supuesto hay también las presiones creadas por la corrupción política, la codicia, la explotación de los pobres, la malnutrición y el hambre, la enfermedad, la violencia, la genocida, la persecución, las religiones falsas, y la lista sigue.

    Como el pueblo de Dios, nos lamentamos profundamente pero no nos sorprendemos por las condiciones en el mundo. Jesús nos advirtió que «se levantará nación contra nación…habrá hambres y terremotos por todas partes... muchos se apartarán de la fe… surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24:7-12). El apóstol Pablo también advirtió, «Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios…» (2 Timoteo 3:1-4).

    Una de las admoniciones fuertes en la Biblia con respeto a los señales de los últimos tiempos tales como los que experimentamos hoy en día es «¡Estén alerta!» (Marcos 13:33). Debemos estar «siempre vigilantes» (Lucas 21:36) y tener cuidado (Marcos 13:23). Seguramente estamos viviendo una hora que requiere nuestra atención. ¿No es cierto acaso que factores suficientes se encuentran en lugar para que cambios dramáticos puedan ocurrir en el mundo dentro de un periodo corto, aún de un día para otro? ¿Qué significaría para el mundo si Israel o Irán se atacaran, o si se arruinara una economía principal, o si los terroristas tengan éxito en el uso de una arma de destrucción masiva? Las palabras del apóstol Pablo parecen tan urgentes como nunca: «Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día» (Romanos 13:11-12). 
 
    La Palabra de Dios tiene mucho que decir sobre los últimos días. El enfoque, sin embargo, no está en indicar la hora de los eventos finales sino en decirnos como debemos vivir en este tiempo tan significante. A modo que les llamo la atención a lo que enseña la Escritura en este respeto, los animo a hacer los ajustes necesarios para vivir más plenamente según la Palabra de Dios. A manera que lo hacen, se volverán más preparados para lo que viene, y también estarán más equipados para hacer un impacto positive y duradero en las vidas de otros.

Sé fuerte en la Palabra de Dios

    Uno de los asuntos serios relacionados con los últimos días es la decepción. Fíjense, por ejemplo, en las advertencias de Jesús, acerca de la decepción en Su enseñanza sobre el fin del mundo en el capítulo veinticuatro de Mateo: «Tengan cuidado de que nadie los engañe. Vendrán muchos que, usando Mi nombre, dirán: ‘Yo soy el Cristo’, y engañarán a muchos» (v. 4-5); «…y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos» (v. 11); «…Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos» (v. 24). El apóstol Pablo nos advierte que «mientras que esos malvados embaucadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (2 Timoteo 3:13) y que «el malvado vendrá, por obra de Satanás, con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad…» (2 Tesalonicenses 2:9-10). El apóstol Juan, en su visión de lo que vendrá, describe a la bestia que «engañó a los habitantes de la tierra» (Apocalipsis 13:14).
    Por supuesto ya vemos mucha decepción en el mundo incluyendo las religiones falsas y los cultos que distorsionan la verdad, y la cultura actual que niega la realidad de verdad absoluta. Pero aún dentro de la Iglesia, hay señales crecientes de la decepción. Algunos que dicen ser cristianos están comenzando a abocar rutas de salvación que no sean Jesucristo solamente. Maestros falsos están a la obra en la Iglesia, torciendo la doctrina para su propio beneficio de poder y ganancia financiera. Al parecer, hermos alcanzado la hora descrita por el apóstol Pablo, «…Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír» (2 Timoteo 4:3).

    ¿Cómo nos guardamos contra tal decepción? Debemos seguir firmes y mantenernos fieles a las enseñanzas que se nos han transmitido por medio de la Palabra de Dios (2 Tesalonicenses 2:15). Debemos seguir adelante en «…las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia» (2 Timoteo 3:15-16). Y, como exhorta el apóstol Pedro, «Así que ustedes, queridos hermanos, puesto que ya saben esto de antemano, manténganse alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos libertinos, pierdan la estabilidad y caigan. Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo...» (2 Pedro 3:17-18).

    Una de las maneras fundamentales de reconocer lo que es falso es conocer totalmente lo que es verdadero. La Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17), y es imperativo en este tiempo que nos sumerjamos en Su Palabra. Debemos leerla, estudiarla, meditar sobre ella, y permanecer en su verdad. Si no nos mantenemos firmes en la Palabra de Dios, estaremos propensos a estar «zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza» (Efesios 4:14). Como los saduceos, podemos encontrarnos en error si nosotros «desconocemos las Escrituras…» (Mateo 22:29). Pero si nos dedicamos al «alimento sólido» de la Palabra de Dios, podremos «distinguir entre lo bueno y lo malo» (Hebreos 5:14). Por supuesto, también podemos ayudar a proteger a otros de error cuando fielmente compartimos la Palabra con ellos. Así, la llamada de Pablo: «Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar» (2 Timoteo 4:2).

    Además de la protección de la decepción que la Palabra de Dios nos ofrece, también nos ayuda a entender los tiempos en que vivimos. Daniel, por ejemplo, escribe que «logré entender ese pasaje de las Escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años» (Daniel. 9:2). Jesús nos dio el libro de Apocalipsis por medio del apóstol Juan para mostrarnos «lo que sin demora tiene que suceder» (Apocalipsis 1:1). Entonces, Juan escribe que «Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca» (Apocalipsis 1:3). Por supuesto, otras numerosas porciones de la Palabra de Dios nos dan discernimiento acerca de lo está por venir. A manera que nos tomamos a pecho esta enseñanza, estaremos más alertos y más preparados ahora y en los días venideros.

¡Arrepiéntese!

    También es la hora de volverse serio con respeto al pecado. El escritor de Hebreos indica que cuando aparece Jesús, Él «aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan» (Hebreos 9:28). Entonces, «animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» (Hebreos 10:25). Sin embargo, el escritor sigue en dar esta advertencia: «Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. Sólo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios» (Hebreos 10:26-27). 
 
    Si está ustedes coqueteando con el pecado, o si ha caído en la práctica del pecado, ¡ahora es el día de arrepentirse! Tome al pecho las advertencias de Jesús en Sus cartas a las iglesias en el libro de Apocalipsis: «…Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto. ¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable pues, no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de Mi Dios. Así que recuerda lo que has recibido y oído; obedécelo y arrepiéntete. Si no te mantienes despierto, cuando menos lo esperes caeré sobre ti como un ladrón» (3:1-3); «Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo…» (3:19-20).
    El tiempo viene cuando los «cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada» (2 Pedro 3:10). Tomando esto en consideración, el apóstol Pedro pregunta, «¿no deberían vivir ustedes como Dios manda?» Él entonces procede a declarar que deben estar «siguiendo una conducta intachable» (2 Pedro 3:11). Sigue declarando que como «esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia… esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con Él» (2 Pedro 3:13-14). 
 
    Asimismo, el apóstol Pablo, anhelando la resurrección que está por venir, amonesta: «Vuelvan a su sano juicio, como conviene, y dejen de pecar…» (1 Corintios 15:34). El Señor es justo, y por eso tenemos que dejar el pecado y «permanezcamos en Él para que, cuando se manifieste, podamos presentarnos ante Él confiadamente, seguros de no ser avergonzados en Su venida» (1 Juan 2:28). Debemos «y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para Sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tito 2:12-14).


Sé fiel a la obra del Señor

    Pasajes bíblicos sobre los últimos días dan énfasis a la necesidad de permanecer fiel a las responsabilidades que el Señor nos ha confiado hasta que Él vuelva. Por ejemplo, en el contexto de Su Segunda Venida, Jesús enseña, «¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber» (Mateo 24:45-46; cf. Lucas 12:42-43).
    De manera parecida, el apóstol Pablo, también dentro del contexto de la Venida de Cristo, nos da esta exhortación: «Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58). Y el apóstol Pedro, enfatizando que «ya se acerca el fin de todas las cosas,» nos llama a emplear cualquier dones que hemos recibido «al servicio de los demás…administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas…» (1 Pedro 4:7, 10).

    Debemos de tener cuidado de no subestimar el valor a nuestro Señor de nuestro servicio día tras día, nuestra obediencia en las cosas pequeñas tanto como en las cosas grandes. La obra que Él nos ha concedido es esencial para Su plan de alcanzar a los perdidos con la salvación y para edificar la Iglesia. ¡Debemos ser fieles a esa obra! Estamos para «ocuparnos» hasta que Él venga (Lucas 19:13, Reina Valera), «aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos» (Efesios 5:16). 
 
Sé fiel en la oración

    También debemos dedicarnos a la oración en estos últimos días. Como escribe el apóstol Pedro, «Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada» (1 Pedro 4:7). Jesús también enfatiza la importancia de la oración en el contexto de los últimos tiempos: «Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. De otra manera, aquel día caerá de improviso sobre ustedes, pues vendrá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre» (Lucas 21:34-36). Asimismo, el apóstol Pablo nos llama a «perseveran en la oración» (Romanos 12:12), a «orar sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17).

    ¿Por qué tanta énfasis en la oración? ¿Y por qué se le da énfasis particular a la importancia de la oración en estos últimos días? Pues, considere cuán grandes son las necesidades que nos rodean y por todo el mundo, y empareje aquél con las clases de cosas que hace Dios en respuesta a la oración. Por ejemplo, Él nos ayuda en tiempos de tribulación y tentación, nos rescata de nuestros enemigos, nos sostiene y nos fortalece, nos provee y nos protege, nos sana y nos santifica, nos concede paz que sobrepasa la comprensión, nos concede favor con otros, nos revela Su voluntad y nos guía dentro de ella, nos conceda sabiduría y entendimiento espiritual. Él nos ayuda a hacer lo bien, nos capacita para vivir dignos de Él y para cumplir sus propósitos, nos capacita para el ministerio, nos quita el temor y nos da audacia, nos abre puertas para el ministerio, manda a misioneros, causa que se extienda Su mensaje y que sea honrado, perdona y salva, trae crecimiento espiritual y causa que el amor abunde más y más, nos capacita a estar firmes dentro de toda la voluntad de Dios, aparta el juicio, hace milagros, y derrama Su Espíritu Santo.

    ¿No son éstas las cosas que precisamente le hacen falta al mundo en esta hora? ¡No es de maravillar que el Señor nos haya llamado a orar! Necesitamos, y otros necesitan, lo que Dios solo puede dar – y está ansioso de dar en respuesta a la oración. Si ya eres fiel en la oración, siga adelante entonces, sabiendo que la oración de los justos es «poderosa y eficaz» (Santiago 5:16). ¡Sus oraciones son de consecuencia eternal, impactando sus vidas y las vidas de otros por toda la tierra! Si no eres fiel en la oración, es tiempo de despertar, dejar al lado las distracciones del mundo, y «Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento» (Colosenses 4:2). Ponga en práctica la amonestación de Pablo de «Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos» (Efesios 6:18).

    Mientras los creyentes pueden variar en su comprensión de la hora y la cronología de los eventos de los últimos días, no hay duda ninguna que el Señor nos ha llamado en estos últimos días a ser fuertes en Su Palabra, a dar la espalda al pecado, y a ser fiel en ministerio y oración. La venida de Jesús se acerca. «No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio» (1 Tesalonicenses 5:6).


Cuando era apenas un joven convertido, la primera cosa que me llamó la atención al leer los Hechos de los Apóstoles, fue el hecho de que aquellas asambleas locales vivían en una atmósfera de oración. Las reuniones de oración eran algo muy común. Oraban cada vez que tenían oportunidad. Oraban para que fueran abiertas las puertas; y después de haber pasado por las puertas abiertas, oraban por guianza y denuedo en su ministerio.

Oraban en sus hogares y cuando se reunían en la iglesia. Oraban en sus círculos privados y oraban ante el sanedrín. Prácticamente vivían sobre sus rodillas.


A fin de que los apóstoles pudieran «persistir en la oración,» ellos eligieron a siete hombres de buen testimonio para que administraran los negocios materiales de la iglesia. Tan poderosos eran en la oración que fueron capaces de revolucionar grandemente al mundo conocido.


Una verdadera iglesia con bases bíblicas siempre será poderosa en oración. George Müller dijo en una de sus cartas a Hudson Taylor en China: «Si vas a ganarte esa provincia para Cristo, tendrás que hacerlo en tus rodillas.»


 Una de nuestras más imperiosas necesidades es el de avivar nuestras reuniones de oración. Una de las manifestaciones más poderosas del Espíritu en cuanto al poder de avivamiento, es el restablecimiento de las reuniones de oración.
Gracias por visitar nuestro blogger, que Dios le bendiga grandemente. Gracia y Paz.