La boda había pasado. El confeti (arroz) había sido tirado. El pastel de boda había sido cortado, y los regalos habían sido abiertos. Tomás y su novia por fin estaban a solas. Al arrancar el coche del bordillo, la novia se alejó de su esposo al otro lado del asiento — tan lejos como era posible.

    "Tomás, ¡llévame a mi casa!"

    "¿A la casa, Catalina? No hemos comenzado nuestra luna de miel. ¡Nuestra casa nueva no estará lista por tres semanas!"

    "No quiero ir a esa casa que tú estás construyendo. A lo menos, no ahora. No por mucho tiempo. Llévame a mi apartamento".

    Tomás miró a su novia, asombrado, pero no existían dudas. Ella hablaba en serio. Y más asombrado se puso al escuchar las siguientes palabras:

    "Tomás, me alegro de que somos casados. Nos pertenecemos el uno al otro, y puedo usar tu nombre por el mío. Pero por favor, llévame a mi apartamento".

    "Ya que estamos casados, trataré de verte una vez por semana. Pero en lo que refiere a vivir contigo, ¡nada de eso! Voy a regresar a mi empleo, mis amigos y mis pasatiempos usuales. ¡Seguro te amo a ti! Te he aceptado como mi esposo, ¿verdad? Te pertenezco para siempre, pero rehuso permitirte entrometerse en mi vida. Voy a vivir como me plazca".

    "Por supuesto, si estoy enferma o si necesito dinero, te llamaré en seguida porque con todo, te he aceptado como mi esposo. En el interín, gracias por amarme. Gracias por casarte conmigo. Gracias per ser mi esposo, pero ¡vete fuera de mi vida!"

    Ahora, tal programa no sería un casamiento. Sería una tontería. Aceptar a una persona como esposo o esposa, es un hecho de compromiso.

    Y exactamente eso es lo que significa ser cristiano. Hay muchos que se llaman "cristianos", cuyas actitudes hacia Cristo son idénticas a la de Catalina hacia su nuevo esposo. Ellos dicen en efecto, si no en palabras actuales:

    "Señor, te he aceptado como mi Salvador. Gracias por salvarme. Ahora déjame a solas. Voy a regresar a mis amigos anteriores, a mis placeres previos, a mi estilo usual de vida. Contaré con tu ayuda si la necesito, ya que tú eres mi Salvador. Pero en cuanto a vivir para ti, ¡nada de eso! Por supuesto, cuando muero espero tener mi lugar en tu hogar que estás preparando, pero espero que eso no sea tan pronto. Acá estoy muy a gusto".

    ¿Soy realmente de Cristo si me comporto así? ¿Verdaderamente lo he aceptado? ¿Sinceramente le he dado mi corazón?

    En Romanos 7 podemos ver lo que se implica el llegar a ser un cristiano verdadero. Pablo, usando el matrimonio como ilustración, dice que el Espíritu Santo nos acerca, y nos muestra el Cristo quien murió por nuestro pecado y luego resucitó en triunfo del sepulcro. Entonces Él nos insta:

    "¿Tomarás a Cristo Jesús para ser tu Salvador y Señor?"

    Y respondemos: "Sí quiero".

    En ese momento somos "de otro, del que resucitó de los muertos" (Romanos 7:4), según Pablo. Somos de Él, y Él es de nosotros, no sólo por los años del tiempo, sino también por la eternidad.

    "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos 16:31).

    "Así que, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos… a Dios" (Romanos 12:1).

0 comentarios :

Publicar un comentario

Gracias por visitar nuestro blogger, que Dios le bendiga grandemente. Gracia y Paz.