Esto sería un día de hacer alto en las iglesias si de alguna forma ellas podrían ser persuadidas para cesar lo que han estado haciendo por mucho tiempo y oír al último mensaje de nuestro Señor. Una y otra vez el repitió su exhortación: «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Ap. 3:13).
    Sin embargo, estamos tan ocupados con nuestras cosas que no oímos Su voz. Estamos tratando de hacer «las cosas usuales» que tenemos como básicas ya sean negocios u otras cosas, cuando realmente nada es usual – tampoco nunca de nuevo serán usual. Esta es una hora de absoluta desesperación para América, para el mundo por la causa del Evangelio.
    La hora es muy avanzada, es muy tarde para tratar de hacer lo que estamos haciendo en el mundo de religión. Estamos tratando de encajar un programa largo dentro del corto tiempo de la emergencia. Se anuncian «Servicios como de Costumbre» – lo cual sería muy posible lo que les está pasando a ellos.
    Tiene que haber una urgencia propia para la emergencia y los creyentes tienen que estar desesperados así como la situación es desesperante. 

El peligro que encaramos


    ¿Acaso usted no pensaría que en esta hora de peligro mortal las iglesias tendrían que estar llenas de creyentes – orando todas las noches mientras hay tiempo?
    ¿Porqué los creyentes queremos dormir mientras los pecadores andan en borracheras y jaranas toda la noche… mientras los miembros de iglesias recrean sus ojos en las cosas de Sodoma y Gomorra que la televisión trae a sus sales de estar? ¿Hemos sido adormecidos y embrutecidos por las conferencias, la existencia pacífica y el optimismo religioso que dicen «Paz y Seguridad» mientras nuestra destrucción está a la puerta?
    La celebración del nuevo año en muchas iglesias nos hace comentar con dolor acerca de la poca atención que se da a los tiempos peligrosos en que vivimos. Una película, un juego, el refrigerio, o cualquier otra cosa para pasar el tiempo hasta que sean las doce menos cuarto de la noche para empezar un devocional corto.

Perdónanos Señor


    Dios ha dicho: «Si...mi pueblo...entonces yo....» ¿Quién quiere humillarse, orar y buscar el rostro de Dios, y convertirse de sus malos caminos? (2 Cr. 7:14). No, no estamos con el humor de hacer eso. No podemos tener reuniones de oración con esas congregaciones que prefieren jugar en vez de orar.
    Todas las reuniones de oraciones pueden ser organizadas como los escenarios de las maratones, pero, ¿Qué clase de cristianos somos – acaso no somos capaces de reunirnos voluntariamente y permanecer intercediendo hasta penetrar y llegar a la misma presencia de Dios?
    ¿Qué pasaría si las grandes convenciones que tienen nuestras iglesias dejaran a un lado sus programas imprimidos y se pusieran de rodillas para orar oraciones desesperadas? Si llegamos a hablar acerca de estas convenciones que se reúnen para hablar de negocios, preguntamos, ¿acaso hay otro negocio mejor que estar ocupado buscando una visitación de Él?
    «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»
    Tengamos presente y en cuenta, «a las iglesias.» La iglesia es el cuerpo, el edificio, la novia de Cristo, pero, sin embargo, aquí se tiene en mente a iglesias locales. Mucho se predica acerca de la iglesia. Estas predicaciones mencionan a la iglesia en una forma abstracta pero nunca acerca de la iglesia que está en la esquina. Lo ideal viene a ser el enemigo de lo actual. No hay tal cosa a lo que llamamos avivamiento en general aparte del que empieza en la iglesia local.
    El hombre mejor calificado para juzgar si estamos o no estamos teniendo avivamiento, es el pastor, porque del avivamiento que vale la pena hablar es de aquel que es mostrado y visto en la iglesia local. Este es el termómetro para medir mejor el ambiente climático espiritual en todas partes.
    Hay algunos que piensan que Dios desvía su camino en dirección a las iglesias y que con pachorra va al lado de las asambleas locales, y que Él usa otros movimientos para que el trabajo sea hecho más rápido.
    Dios a veces usa lo irregular, pero esto es solo para traer de vuelta a lo regular. La iglesia local es la unidad que nuestro Señor dejo y para que lleve Su trabajo; y aún al tiempo del último capítulo de la edad de la iglesia Él sigue hablando a congregaciones visibles en lugares definidos. El programa de Dios nunca desviará el camino en dirección a la iglesia local.

Contristando al Espíritu


    «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.» Oímos a todas las cosas y a todos en general, pero no oímos al Espíritu Santo. Decidimos que clase de servicio y qué clase de avivamiento queremos, para luego sentirnos desanimados porque no lo alcanzamos.
    Tenemos que dejar a Dios darnos el modelo desde el santo monte. Escribimos las notas musicales y esperamos que el Santo Espíritu las toque. Tenemos una estrategia y esperamos que Él la siga. Esperamos que el Todopoderoso firme en el renglón que le presentamos.
    Dios no está firmando en ninguna de nuestras líneas. ¿Estamos tan enamorados de nuestros planes que resistimos doblegarnos a Él? ¿Estamos listos a tirar todos ellos en el basurero si Él nos ofrece otro mejor? ¿Ha habido alguna vez que nos hemos doblegado absolutamente al Soberano Santo Espíritu?
    ¿Le mentimos, apagamos y contristamos a Él? ¿Respetamos nuestros cuerpos porque son Su templo? ¿Hemos sido alguna vez llenos del Espíritu – o preferimos perder una bendición por no de dejar el prejuicio?
    «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.» ¡Las iglesias! ¡El Espíritu! ¡El oyente! El Señor dice ocho veces en los evangelios: «El que tenga oídos para oír, oiga.» En Apocalipsis Él también dice ocho veces: «El que tiene oído, oiga,» y a la iglesia de Laodicea le dice: «Si alguno oye mi voz y abre la puerta...» (Ap. 3:20).

El Señor está esperando


    Observe lo vasto de «Si alguno...» y lo estrecho de «Si alguno oye Mi voz y abre la puerta.» Es lo suficientemente ancho para incluir a cada uno de la iglesia, pero es limitado en su cumplimiento porque son solo aquellos que oyen su voz – y abren la puerta.
    Cualquiera puede empezar un avivamiento, pero solo algunos son los que realmente lo hacen. Nuestro Señor está esperando por alguno o alguien en la iglesia – con oídos atentos a Dios.
    Esto es muy triste, tenemos oídos, pero «no oímos.» Invertimos mucho tiempo aprendiendo a hablar cuando lo que más necesitamos es aprender a oír. Después de todo, el Señor nos dio dos oídos para oír y una boca para hablar por lo cual tenemos que estar muy agradecidos.
    ¿Qué es lo que el Espíritu está diciendo a las iglesias? ¡Arrepiéntete! Algunas iglesias son muy grandes para hacer tal cosa y otras están muy ocupadas. Otras piensan que son muy buenas y de ninguna cosa tienen necesidad (Ap. 3:14-19).
    Ellos dicen: «No molestemos al pecado. Dejemos las cosas tal como están, no queremos situaciones difíciles. No interrumpamos la posición social. Esto es suficiente bueno. Dejemos a Acab mantener su oro. No molestemos al hermano inmoral de Corinto. Dejemos a Jezabel levantar un altar a Baal en la iglesia de Tiatira.
    Otros se sienten desanimados y se dicen que no es bueno seguir tratando de llamar a las iglesias al arrepentimiento. Nuestro Señor no sintió así. Cinco de las iglesias en Asia se encontraban en una lamentable condición – y el Cristo de los siete candeleros pacientemente se esforzaba para levantarlas (Ap., capítulos 2 y 3).

Hay señales que alientan


    Por más de veinte años he estado yendo y viniendo en el país visitando iglesias y llamando al arrepentimiento a los creyentes. Yo no creo en estar afuera parado frente las puertas de las iglesias llamando; yo creo estar adentro de las iglesias parado exhortándoles.
    Ahora hay más puertas abiertas que nunca. Esto muestra que ministros y miembros de nuestras iglesias están notando este hecho porque el número de miembros está aumentando así como las actividades. Con todo, algo muy erróneo está sucediendo dentro de nuestras reuniones.
    Estamos haciendo todo, pero la primera cosa tal como: «El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesia» es para el oído que oye. Tenemos las iglesias y el Espíritu está en medio de nosotros. Entonces, ¿quién será el que oye Su voz – y abre la puerta? (Ap. 3:20-22).

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