El mundo se está calentando. Mientras hay debate en cuanto el mundo se está calentando literalmente o no (el calentamiento global) la mayoría estará de acuerdo que sí el mundo se está calentando de otras maneras. Por ejemplo, los males financieros amenazan las economías nacionales y la economía global. Las tensiones son fuertes entre algunas naciones, incluyendo la hostilidad hacia los Estados Unidos e Israel. La preocupación se profundiza más sobre la amenaza de armas nucleares al modo que más naciones desarrollan esa potencial. Las presiones económicas y otras presiones se aumentan por la oferta y la demanda del petróleo y otros recursos. El terrorismo es una amenaza constante que aún se pueda intensificar con acceso a más armas letales. Por supuesto hay también las presiones creadas por la corrupción política, la codicia, la explotación de los pobres, la malnutrición y el hambre, la enfermedad, la violencia, la genocida, la persecución, las religiones falsas, y la lista sigue.

    Como el pueblo de Dios, nos lamentamos profundamente pero no nos sorprendemos por las condiciones en el mundo. Jesús nos advirtió que «se levantará nación contra nación…habrá hambres y terremotos por todas partes... muchos se apartarán de la fe… surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24:7-12). El apóstol Pablo también advirtió, «Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios…» (2 Timoteo 3:1-4).

    Una de las admoniciones fuertes en la Biblia con respeto a los señales de los últimos tiempos tales como los que experimentamos hoy en día es «¡Estén alerta!» (Marcos 13:33). Debemos estar «siempre vigilantes» (Lucas 21:36) y tener cuidado (Marcos 13:23). Seguramente estamos viviendo una hora que requiere nuestra atención. ¿No es cierto acaso que factores suficientes se encuentran en lugar para que cambios dramáticos puedan ocurrir en el mundo dentro de un periodo corto, aún de un día para otro? ¿Qué significaría para el mundo si Israel o Irán se atacaran, o si se arruinara una economía principal, o si los terroristas tengan éxito en el uso de una arma de destrucción masiva? Las palabras del apóstol Pablo parecen tan urgentes como nunca: «Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día» (Romanos 13:11-12). 
 
    La Palabra de Dios tiene mucho que decir sobre los últimos días. El enfoque, sin embargo, no está en indicar la hora de los eventos finales sino en decirnos como debemos vivir en este tiempo tan significante. A modo que les llamo la atención a lo que enseña la Escritura en este respeto, los animo a hacer los ajustes necesarios para vivir más plenamente según la Palabra de Dios. A manera que lo hacen, se volverán más preparados para lo que viene, y también estarán más equipados para hacer un impacto positive y duradero en las vidas de otros.

Sé fuerte en la Palabra de Dios

    Uno de los asuntos serios relacionados con los últimos días es la decepción. Fíjense, por ejemplo, en las advertencias de Jesús, acerca de la decepción en Su enseñanza sobre el fin del mundo en el capítulo veinticuatro de Mateo: «Tengan cuidado de que nadie los engañe. Vendrán muchos que, usando Mi nombre, dirán: ‘Yo soy el Cristo’, y engañarán a muchos» (v. 4-5); «…y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos» (v. 11); «…Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos» (v. 24). El apóstol Pablo nos advierte que «mientras que esos malvados embaucadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (2 Timoteo 3:13) y que «el malvado vendrá, por obra de Satanás, con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad…» (2 Tesalonicenses 2:9-10). El apóstol Juan, en su visión de lo que vendrá, describe a la bestia que «engañó a los habitantes de la tierra» (Apocalipsis 13:14).
    Por supuesto ya vemos mucha decepción en el mundo incluyendo las religiones falsas y los cultos que distorsionan la verdad, y la cultura actual que niega la realidad de verdad absoluta. Pero aún dentro de la Iglesia, hay señales crecientes de la decepción. Algunos que dicen ser cristianos están comenzando a abocar rutas de salvación que no sean Jesucristo solamente. Maestros falsos están a la obra en la Iglesia, torciendo la doctrina para su propio beneficio de poder y ganancia financiera. Al parecer, hermos alcanzado la hora descrita por el apóstol Pablo, «…Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír» (2 Timoteo 4:3).

    ¿Cómo nos guardamos contra tal decepción? Debemos seguir firmes y mantenernos fieles a las enseñanzas que se nos han transmitido por medio de la Palabra de Dios (2 Tesalonicenses 2:15). Debemos seguir adelante en «…las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia» (2 Timoteo 3:15-16). Y, como exhorta el apóstol Pedro, «Así que ustedes, queridos hermanos, puesto que ya saben esto de antemano, manténganse alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos libertinos, pierdan la estabilidad y caigan. Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo...» (2 Pedro 3:17-18).

    Una de las maneras fundamentales de reconocer lo que es falso es conocer totalmente lo que es verdadero. La Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17), y es imperativo en este tiempo que nos sumerjamos en Su Palabra. Debemos leerla, estudiarla, meditar sobre ella, y permanecer en su verdad. Si no nos mantenemos firmes en la Palabra de Dios, estaremos propensos a estar «zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza» (Efesios 4:14). Como los saduceos, podemos encontrarnos en error si nosotros «desconocemos las Escrituras…» (Mateo 22:29). Pero si nos dedicamos al «alimento sólido» de la Palabra de Dios, podremos «distinguir entre lo bueno y lo malo» (Hebreos 5:14). Por supuesto, también podemos ayudar a proteger a otros de error cuando fielmente compartimos la Palabra con ellos. Así, la llamada de Pablo: «Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar» (2 Timoteo 4:2).

    Además de la protección de la decepción que la Palabra de Dios nos ofrece, también nos ayuda a entender los tiempos en que vivimos. Daniel, por ejemplo, escribe que «logré entender ese pasaje de las Escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años» (Daniel. 9:2). Jesús nos dio el libro de Apocalipsis por medio del apóstol Juan para mostrarnos «lo que sin demora tiene que suceder» (Apocalipsis 1:1). Entonces, Juan escribe que «Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca» (Apocalipsis 1:3). Por supuesto, otras numerosas porciones de la Palabra de Dios nos dan discernimiento acerca de lo está por venir. A manera que nos tomamos a pecho esta enseñanza, estaremos más alertos y más preparados ahora y en los días venideros.

¡Arrepiéntese!

    También es la hora de volverse serio con respeto al pecado. El escritor de Hebreos indica que cuando aparece Jesús, Él «aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan» (Hebreos 9:28). Entonces, «animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» (Hebreos 10:25). Sin embargo, el escritor sigue en dar esta advertencia: «Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. Sólo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios» (Hebreos 10:26-27). 
 
    Si está ustedes coqueteando con el pecado, o si ha caído en la práctica del pecado, ¡ahora es el día de arrepentirse! Tome al pecho las advertencias de Jesús en Sus cartas a las iglesias en el libro de Apocalipsis: «…Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto. ¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable pues, no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de Mi Dios. Así que recuerda lo que has recibido y oído; obedécelo y arrepiéntete. Si no te mantienes despierto, cuando menos lo esperes caeré sobre ti como un ladrón» (3:1-3); «Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo…» (3:19-20).
    El tiempo viene cuando los «cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada» (2 Pedro 3:10). Tomando esto en consideración, el apóstol Pedro pregunta, «¿no deberían vivir ustedes como Dios manda?» Él entonces procede a declarar que deben estar «siguiendo una conducta intachable» (2 Pedro 3:11). Sigue declarando que como «esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia… esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con Él» (2 Pedro 3:13-14). 
 
    Asimismo, el apóstol Pablo, anhelando la resurrección que está por venir, amonesta: «Vuelvan a su sano juicio, como conviene, y dejen de pecar…» (1 Corintios 15:34). El Señor es justo, y por eso tenemos que dejar el pecado y «permanezcamos en Él para que, cuando se manifieste, podamos presentarnos ante Él confiadamente, seguros de no ser avergonzados en Su venida» (1 Juan 2:28). Debemos «y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para Sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tito 2:12-14).


Sé fiel a la obra del Señor

    Pasajes bíblicos sobre los últimos días dan énfasis a la necesidad de permanecer fiel a las responsabilidades que el Señor nos ha confiado hasta que Él vuelva. Por ejemplo, en el contexto de Su Segunda Venida, Jesús enseña, «¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber» (Mateo 24:45-46; cf. Lucas 12:42-43).
    De manera parecida, el apóstol Pablo, también dentro del contexto de la Venida de Cristo, nos da esta exhortación: «Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58). Y el apóstol Pedro, enfatizando que «ya se acerca el fin de todas las cosas,» nos llama a emplear cualquier dones que hemos recibido «al servicio de los demás…administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas…» (1 Pedro 4:7, 10).

    Debemos de tener cuidado de no subestimar el valor a nuestro Señor de nuestro servicio día tras día, nuestra obediencia en las cosas pequeñas tanto como en las cosas grandes. La obra que Él nos ha concedido es esencial para Su plan de alcanzar a los perdidos con la salvación y para edificar la Iglesia. ¡Debemos ser fieles a esa obra! Estamos para «ocuparnos» hasta que Él venga (Lucas 19:13, Reina Valera), «aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos» (Efesios 5:16). 
 
Sé fiel en la oración

    También debemos dedicarnos a la oración en estos últimos días. Como escribe el apóstol Pedro, «Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada» (1 Pedro 4:7). Jesús también enfatiza la importancia de la oración en el contexto de los últimos tiempos: «Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. De otra manera, aquel día caerá de improviso sobre ustedes, pues vendrá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre» (Lucas 21:34-36). Asimismo, el apóstol Pablo nos llama a «perseveran en la oración» (Romanos 12:12), a «orar sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17).

    ¿Por qué tanta énfasis en la oración? ¿Y por qué se le da énfasis particular a la importancia de la oración en estos últimos días? Pues, considere cuán grandes son las necesidades que nos rodean y por todo el mundo, y empareje aquél con las clases de cosas que hace Dios en respuesta a la oración. Por ejemplo, Él nos ayuda en tiempos de tribulación y tentación, nos rescata de nuestros enemigos, nos sostiene y nos fortalece, nos provee y nos protege, nos sana y nos santifica, nos concede paz que sobrepasa la comprensión, nos concede favor con otros, nos revela Su voluntad y nos guía dentro de ella, nos conceda sabiduría y entendimiento espiritual. Él nos ayuda a hacer lo bien, nos capacita para vivir dignos de Él y para cumplir sus propósitos, nos capacita para el ministerio, nos quita el temor y nos da audacia, nos abre puertas para el ministerio, manda a misioneros, causa que se extienda Su mensaje y que sea honrado, perdona y salva, trae crecimiento espiritual y causa que el amor abunde más y más, nos capacita a estar firmes dentro de toda la voluntad de Dios, aparta el juicio, hace milagros, y derrama Su Espíritu Santo.

    ¿No son éstas las cosas que precisamente le hacen falta al mundo en esta hora? ¡No es de maravillar que el Señor nos haya llamado a orar! Necesitamos, y otros necesitan, lo que Dios solo puede dar – y está ansioso de dar en respuesta a la oración. Si ya eres fiel en la oración, siga adelante entonces, sabiendo que la oración de los justos es «poderosa y eficaz» (Santiago 5:16). ¡Sus oraciones son de consecuencia eternal, impactando sus vidas y las vidas de otros por toda la tierra! Si no eres fiel en la oración, es tiempo de despertar, dejar al lado las distracciones del mundo, y «Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento» (Colosenses 4:2). Ponga en práctica la amonestación de Pablo de «Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos» (Efesios 6:18).

    Mientras los creyentes pueden variar en su comprensión de la hora y la cronología de los eventos de los últimos días, no hay duda ninguna que el Señor nos ha llamado en estos últimos días a ser fuertes en Su Palabra, a dar la espalda al pecado, y a ser fiel en ministerio y oración. La venida de Jesús se acerca. «No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio» (1 Tesalonicenses 5:6).

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